Hoy
hace exactamente 76 años que un valiente y heroico grupo de mineros,
trabajadores y ciudadanos de la Cuenca Minera de Riotinto, ante la
llamada del Gobierno de la República Española acudieron en defensa
de la legalidad constitucional para hacer frente al criminal y
fascista golpe de estado del 18 de julio de 1936 que acabó con la
legitimidad republicana y democrática,
condenando a nuestro país a una guerra civil y a un periodo de
represión y dictadura que ocasionó una tragedia humana de muerte y
persecución.
Su generosidad, coraje y
firmeza en la defensa de la legitimidad democrática republicana y de
los valores de igualdad, libertad y justicia, son hoy para nosotros
motivo de admiración, orgullo y profundo agradecimiento, pero
también de testimonio y aprendizaje para que nunca más esta
historia se vuelva a repetir.
Fueron, aquellos mineros
y trabajadores de Nerva, Riotinto, Zalamea la Real, Campillo,
Valverde del Camino y San Juan del Puerto entre otros, los que, con
la fuerza de sus convicciones éticas y políticas y de su voluntad
de compromiso, aquí mismo en este lugar, dieron su vida por la
democracia y la libertad. Unos mineros que se habían curtido y
formado a partir de enormes sacrificios como consecuencia del
sometimiento a unas inhumanas y crueles condiciones de explotación
que la empresa minera inglesa Riotinto Company Ltd. impuso y que hoy,
no podemos ni siquiera imaginar. Una empresa minera que desde siglo
XIX era la dueña de hacienda, personas, espacios, suelos, subsuelos
y recursos de Nerva y Riotinto. Pero que al mismo tiempo habían
mostrado también a España y al mundo entero su combatividad en
heroicas y arriesgadas huelgas y luchas que siguen constituyendo un
ejemplo universal de dignidad, así como un patrimonio moral que
forma parte ya, tanto de la identidad de la Cuenca Minera de Riotinto
como de la historia del Movimiento Obrero nacional e internacional.
En la noche del 19 de
julio de 1936 salieron de Nerva pertrechados con 14 camiones, 5
automóviles y 250 kg. de dinamita que, por orden del gobernador
civil de Huelva, la Riotinto Company Ltd. les entregó. En el camino
hacia Sevilla, se les unieron más trabajadores, conformando así lo
que conocemos como “Columna Minera de
Riotinto” dirigida por el diputado
republicano Luis Cordero Bel y el diputado socialista Juan Gutiérrez
Prieto y formada por unos 250 hombres cuya única munición consistía
en numerosas escopetas de caza y la dinamita de la empresa minera. Un
contingente que fue vilmente engañado y traicionado por el
comandante de la Guardia Civil que mandaba los 120 efectivos de
Guardias Civiles y algunos Guardias de Asalto a los que el Gobierno
había ordenado actuar para hacer frente al golpe de estado y que
decidieron unirse a los fascistas sublevados en el trayecto de Huelva
a Sevilla, viaje que iniciaron unas horas antes y al que se sumaron
algunos Guardias Civiles de los pueblos por los que iban pasando.
Fue aquí mismo, en este
cruce, en el que el traidor comandante Haro, confabulado a su llegada
a Sevilla con el fascista general Queipo de Llano, esperó escondido
con sus efectivos a la Columna Minera después de haber hecho el
recorrido desde Sevilla hasta La Pañoleta pasando por La Algaba y
Santiponce con el fin de tenderles una emboscada y asesinarlos. Ante
la sorpresa y avalancha, los mineros únicamente pudieron parapetarse
entre los vehículos, hasta que un disparo hizo explotar la camioneta
de dinamita que hizo saltar por los aires a 25 personas, originando
una matanza dantesca y obligando a los supervivientes,
a una inmediata rendición. Además, para completar la fascista,
cruel y traidora hazaña del comandante Haro y sus secuaces, el 29 de
agosto un consejo de guerra condenó a muerte a los 67 supervivientes
de la Columna Minera que no pudieron huir, asesinándolos el 31 de
agosto en seis puntos distintos de la ciudad de Sevilla, como
escarmiento para otros. De esta pena se salvó tan sólo un jovencito
de 16 años que fue condenado a 20 años y un día.
Los trabajadores
fusilados procedían de Nerva: 24; de Riotinto: 10; de Mesa de los
Pinos: 1; Peña de Hierro: 6; Valverde del Camino: 14; y San Juan del
Puerto: 12
De los muertos en la
emboscada, 9 fueron enterrados en la fosa común de Camas y el resto
en Sanlúcar La Mayor. Entre los enterrados de la fosa de Camas se
encuentra José Palma Pedrero, cuyas dos sobrinas, residentes en
EE.UU. y Argentina, hacen gestiones para la recuperación de sus
restos con el asesoramiento y apoyo de los organizadores de este
acto.
Este homenaje adquiere
una especial importancia y actualidad, cuando hemos asistido
recientemente a la sentencia condenatoria de un Tribunal Supremo,
ahora vituperado y deshonrado por la conducta bochornosa y poco ética
de su dimitido presidente, que ha inhabilitado al Juez Garzón, el
único que ha sido capaz de poner en marcha la Causa por los crímenes
y las víctimas del franquismo que discurre ahora hacia el porvenir
incierto de silencio que las ocultas fuerzas del fascismo han
pretendido.
Estamos pues, hoy aquí
reunidos para recordar, hacer memoria y homenajear a estos sencillos,
honrados y valientes trabajadores que ofrecieron su vida, hace 76
años, para salvar las libertades y la legalidad y legitimidad de la
República. Un homenaje y un recuerdo cargado de significación y de
enseñanzas, en un tiempo en el que nuevamente, grises y oscuros
nubarrones se ciernen sobre los trabajadores y trabajadoras,
cebándose sobre las capas sociales más débiles y desfavorecidas,
disminuyendo y deteriorando las condiciones materiales de vida que
hacen posible un pleno desarrollo personal y social.
Corren malos tiempos para
la democracia y sus instituciones, a las que el capitalismo salvaje y
los mercados financieros están vaciando completamente de contenido
todos los derechos sociales contemplados en nuestra Constitución y
que tantos esfuerzos y sacrificios nos han costado.
Instamos y convocamos
pues, a todas las personas que estamos hoy aquí reunidas, así como
a todas las representaciones políticas e institucionales que nos
acompañan, a que construyamos diariamente juntos espacios
democráticos de convergencia y unidad en los que desterremos de
nuestra conducta, de nuestra convivencia y de nuestras instituciones,
cualquier tipo de violencia, odio, rencor, traición y engaño o
mentira en todas sus formas, para poder así conquistar cada vez
mayores cotas de libertad, justicia, igualdad y solidaridad.
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